Un homenaje tragicómico a la música norteña. De eso y más va 'Idos de la mente', la novela de culto de Luis Humberto Crosthwaite
Idos de la mente
es uno de los relatos más hilarantes e inteligentes que ha
confeccionado la literatura mexicana contemporánea. Reportaje apócrifo o
epopeya desacralizada, este libro narra la historia de Ramón y
Cornelio, los amos de la música norteña, y de sus aventuras, amores y
desventuras en el sinuoso camino de la fama. Junto a ellos aparecen dos
entrañables figuras subsidiarias: José Alfredo, el ídolo de México, tan
humanamente grandioso que a lo largo de la narración muere y resucita
varias veces; y Dios, una especia de lobo omnipresente, indestructible y
ferozmente tierno, cuyo único goce verdadero es su talento para
escribir canciones.
Reseña:
Esta
novela del mexicano Luis Humberto Crosthwaite tiene los pasajes más ingeniosos y
originales que he leído en una novela. A veces surgen de un humor
refinado, que prefiere el poder de las palabras para crear imágenes, pero también se vale de las situaciones cliché como herramienta de humor.
Ramón y Cornelio, los dos músicos norteños que protagonizan esta historia, viven experiencias propias del ambiente musical. Se enojan, dudan si su carrera como dúo funcionará, se contradicen, se contentan y se ríen. Dentro del estereotipo que pueda habitar en ellos, aparece también una verosimilitud que acerca a los personajes, en sus aspiraciones y vulnerabilidades.
Además, la obra posee recursos narrativos que resaltan por sí solos. Entre ellos, los fragmentos de un ficticio libro de entrevistas a la banda, o el
soundtrack para cada división de los capítulos. Estos elementos son textos independientes y discretos que, bajita la mano, le dan
un sentido único a la novela.
La inventiva de
Crosthwaite impresiona en cada una de sus situaciones, que crean expectativa e invitan a verla como un juego. En pensar cuál podría ser la siguiente ocurrencia, en una frase, situación o guiño. Para que uno estalle a carcajadas. En ese punto se eleva una notable soltura para crear metáforas y darle vida a
los objetos, técnica muy atractiva. Y no, Crosthwaite no sería El comediante. Llegaría más arriba hasta tocar las nubes. Desde ahí, sería El humorista que se ríe y domina el poder de las palabras, para crear imágenes asombrosas.
La estructura de la novela parte de capítulos breves y muy entretenidos. Así, su imaginación hilarante también convive con la libertad del hippie disparatado de Richard Brautigan, incluso un poco el juego asombroso de Barthelme (dos de mis escritores favoritos). Estas influencias gringas resuenan en el autor tijuanense. Y vaya que disfruté los ecos, pero también su estilo propio. Porque más allá de la influencia que tendría, Crosthwaite refleja una manera personal de decir las cosas, con un lenguaje tan cotidiano que crea estampas irreverentes y creativas.