La polvareda ficticia de 'Hazard y Fissile' reta al lector, sin trama, ni personajes, a seguir el curso de la historia.
¿De qué va?
Espolvoree un inventario de
objetos habituales, cúbralo después con algunos crímenes cómicos,
desapariciones repentinas y diálogos y exclamaciones en caída libre, y
obtendrá los veintinueve capítulos de una novela inédita de Raymond
Queneau: alegre guateque para ectoplasmas surrealistas y elementales
onirocríticos.
Opinión:
Hazard y Fissile es un juego literario que sobresale por su ausencia de trama y personajes. Pero cómo, diría cualquiera, si hay cambios trepidantes en acciones y estilo de los narradores. Porque los cronistas de esta historia se aceptan como parte de una narración literaria. Y así, los personajes no sólo aparecen en la mente del lector, sino que actúan ahí en el papel. Se saben parte de lo que ocurre en la polvareda ficticia que se propaga ante nuestros ojos.
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Raymond Queneau |
El poder absoluto del narrador para hacer y deshacer la trama es un punto importante en esta novela. Puede encantar o fastidiar. Pero sólo bastará recordar quién está detrás de esta obra. El loco francés de Raymond Queneau, famoso por su taller literario Oulipo para experimentar y buscar 99 formas de contar una misma cosa, de donde salió
Ejercicios de estilo, un libro transgresor sobre escritura.
Hazard y Fissile es una novela donde brotan secuencias de acción por donde se vea. Decirlo es como referirse a una película de género con explosiones, pero nada más alejado que eso. La creación de situaciones y de un ritmo vibrante, va más allá de escenas repetidas.
Sin una fórmula taquillera, Queneau creó una obra experimental. En la mejor consonancia del término y con un reparto diverso de personajes, el atrevido francés dejó algo que puede ser un fallo o un juego, las dos, un mix con ingredientes para pensar diferente.