Entornos donde el #MeeToo debería impactar, y no sólo en Hollywood o con actrices mexicanas
O cómo la revelación de acoso más mediática
pudo ayudar a las mujeres comunes en México,
pero no fue por egoísmo y clasismo
Públicamente, el #MeToo inició con el productor de cine Harvey Weinstein, abusador de más de 80 actrices y mujeres en Hollywood. Fue a través del periodismo, de un reportaje de
The New York Times y muchos años después de que los acosos sexuales ocurrieran. Está de más preguntarse por qué se reveló hasta ahora y no antes. Con cualquier figura de poder, más de uno tiembla sobre las consecuencias si se le acusa de algo. Pero el asunto central no debería ser ese, sino qué tan poderoso puede ser esta revelación para la sociedad, especialmente para las mujeres.
Famosos que no quieren ser ellos mismos
En el nivel más cercano, son conocidas las acusaciones de mujeres y hombres hacia famosos actores. Desde Kevin Spacey, Dustin Hoffman, Louis C.K, Sylvester Stallone, John Travolta, Morgan Freeman, incluso Aziz Ansari. Cuando leas esto, es probable que haya salido algún otro personaje famoso, lo cual no debería sorprender a nadie.
Estos actores son personas, aunque pocas veces se les comente así y no lo recordemos en nuestro inconsciente. Actores que siguen en la realidad y que incluso, si exageramos, decidieron que su vida se basara en representar a otros para no ser ellos mismos.
¿Por qué alguien como Quentin Tarantino no se le podría ver como el típico acosador sexual con cara de morboso que se puede encontrar en el transporte público? Se verá como violento, sádico, o hasta como alguien original, pero difícilmente como acosador, porque la imagen que ha dado es otra. Quizá ahora no resulte tan disparatado, al reconocer que algo sabía sobre los abusos de Weinstein, quien le produjo su película
Pulp Fiction. ¿Pero antes?
El colmo es el “Hollywood Progresista”, que muchos de los personajes acusados respaldaban durante las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Cuando se filtraron los audios donde Donald Trump relataba cómo "conseguía a una mujer", muchos lo llamaron machista y misógino. Eso no es discutible, pero sí lo es declararse en contra, cuando también como personaje público has hecho algo semejante. Olvidaron que eran personas y tenían errores, los mismos que a quien criticaban.
El #MeToo llega a México, pero sólo para actrices
Era febrero de 2018 y en México, se pronunciaron las actrices Karla Souza, junto a Paola Núñez, Stephanie Sigman y Sofía Niño de Rivera. Souza señalaba que en los inicios de su carrera profesional vivió algo parecido, con productores, directores y escritores que la acosaron. Hizo un pertinente retrato para quienes ignoramos lo que significa pasar por algo así, como sentir miedo por creer que ellos tienen la razón en lo que hacen, pero dejó al aire quién era su acosador. Los medios especularon que era el productor Gustavo Loza, quien tuvo una relación amorosa con ella. Y Souza nunca negó la posibilidad de que fuera él.
El tema se convirtió en algo muy complejo. Porque no hubo desmentidos de si su acosador era Gustavo Loza, acusado sin una afirmación. El también guionista fue despedido de Televisa, donde producía series, no sin antes salir a declarar. Pedía que la actriz aclarara los supuestos, ya que el círculo social de los dos era testigo de cómo era su relación amorosa. Ella nunca lo hizo y lo que pudo resultar en un movimiento potente, se interpretaba como una forma de "escalar profesionalmente", ya que durante su relación con Loza, aparecía en producciones cada vez más importantes.
El inicio del #MeeTooMéxico tuvo más errores que aciertos. De seguir un movimiento poderoso como el #MeToo estadounidense, que dio origen a una plataforma donde cualquier mujer puede denunciar el acoso (Time's Up), se redujo a un movimiento de actrices mexicanas, no de mujeres. En vez de abrir caminos con la investigación realizada por Aristegui Noticias, se quedó como exclusiva para su directora Carmen Aristegui.
Y es que en el país hace falta una red de actrices empáticas, pero también se carece de un periodismo comprometido, con medios que apuesten por causas sociales, y no sólo económicas. ¿A quién imaginar haciéndola de The New York Times? ¿A los periódicos El Universal, Reforma, La Jornada, o a las revistas Proceso y Chilango, tal vez? O quizá en digital, ¿con Animal Político? La pregunta no tiene respuesta certera y sólo cae en imaginar medios.
El #MeToo es el acoso y abuso que viven todas (y todos)
Es innegable que el acoso sexual hacia las mujeres vive en todas partes. No sólo en el cine o la televisión, sino en la política, la cultura y el deporte. Ese sería el segundo nivel donde este destape debería impactar. Esto ya comenzó en marzo de 2019, con el
#MeTooEscritoresMexicanos. Desde ahí, se abrió con el mismo hashtag hacia periodistas, cineastas, académicos, creativos, y los que falten. Ahí, las mujeres de cada uno de los ámbitos salen y dicen qué colegas, algunos quizá tan respetados por la opinión pública, las atacaron sexual, laboral o psicológicamente.
Pensar en el nivel que sigue es el de las personas comunes. El espacio que parece no tenían nada qué ver estudiantes universitarias con las actrices mexicanas, donde los profesores las alburean y las invitan a su cubículo
sin razón aparente.
Porque el #MeeTooMéxico no tenía ninguna conexión con el #AquíTambiénPasa, el movimiento de universitarias para señalar el acoso sexual. No hubo ninguna respuesta de esas celebridades mexicanas que denunciaran un apoyo hacia estas chicas. ¿Para qué?, si nadie las conoce. Y eso no sólo es una actitud egoísta, sino clasista.
Ojalá las historias terminaran ahí. Pero no. Los casos con menor escala y expuestos de forma individual, abundan. Ahí está el de la azafata de Interjet, también mexicana pero desconocida, que grabándose
visiblemente afectada por un intento de violación, primero se le cuestionó a ella. Nunca al aparato que la denigró y la hizo a un lado, incluidos hombres y, extrañamente, mujeres. Si el daño surgió de unos pocos, lo que se necesita es la unión para detener las heridas. Pero sobretodo, para entender que las mujeres no son un objeto de placer, por más que casi todas las narrativas populares las presenten así, sino que son seres que piensan, crean y sienten, como cualquier hombre.