Cuando supe que Rius ya no seguía en este mundo, no lo creía. Siempre pensé que viviría muchos años. Seguía una dieta vegetariana y, en sus libros sobre el tema, lo ejemplificaba con personajes longevos. Obvio cada cuerpo es distinto y a él
se lo llevó un cáncer. Entonces pensé lo que representó en mi vida. En la adolescencia, cuando surge la consciencia. Nada sabía de esa palabra e ignoraba un mundo que un caricaturista me mostraba.
De mi primer acercamiento con su obra, a cuando su influencia detonó en mí, pasaron varios años. Desde que tuve la fortuna de conocerlo en una firma de libros, hasta ser una compañía en uno de los viajes mas solitarios, desorientados y enriquecedores que he tenido. Tras su fallecimiento, brotaron varios contenidos y exposiciones para conocerlo más, aunque creo, siguen siendo pocos para su legado.
Educó a millones de mexicanos, fue una guía para actuales caricaturistas e incluso para el propio periodismo. Ese que se muere, exclaman algunos, sin voltear a ver el oro que dejó Rius. Para empezar, Eduardo del Río es muchas cosas y se podrán hacer descripciones que coincidan hacia al mismo punto. Si lo describiera, sería como el erudito que no necesita máscaras para enseñar los más variados temas. Desde la escabrosa historia política mexicana, hasta tópicos de economía, religión, ciencia, filosofía, sexo, alimentación, sin nunca dejar de ser interesante.
Es el tipo que si nunca has leído un libro, te acerca a ellos de la forma más sencilla y amena. Borra tus conceptos sobre lo que creas o ha dicho la gente que es un libro, para así conocer diversos campos del saber. Usa dibujos y mucho humor, elementos valiosos para informar, entretener y aprender. Eso de lo que carece y podría sumar la mayoría de la prensa mexicana.
Ahora, ya con una idea de quién es Rius, está el contenido extra para adentrarse en él. Un documental,
Rius para principiantes, que muestra su forma de trabajo y también sus últimos años, en una conversación donde incluso habla de Donald Trump.
Más reveladora es su exposición,
Queremos tanto a Rius, en el Museo del Estanquillo. Duró casi dos meses. No sé por qué, si debería ser permanente. En ella, se muestra al Rius pintor, que yo desconocía y me encantó. Sus obras en acuarela, con dibujitos, tienen una identidad propia que las hace un deleite.
Pero también es el espacio para ver sus obras originales, con los bocetos y los documentos de sus personajes registrados en derechos de autor. Igual convive la historia de cómo se hizo dibujante y cómo surgieron
Los Supermachos y
Los Agachados. Pero quizá lo más sorprendente sean sus dibujos sobre el jazz, de su viaje a Estados Unidos. Lo mismo retrató clubes y jazzistas, que casas norteamericanas. Esta obras muestran que Rius sí era un gran dibujante, con trazos detallados con los que, si quiso, pudo hacer una gran novela gráfica.
Su sencillez en el dibujo era transportable a su forma de ser. En la firma de libros donde lo conocí, pude hacerle dos preguntas(medio absurdas). Si le gustaba el futbol y a qué equipo le iba. Me dijo que sí, pero que se había lesionado los meniscos jugando, y que le iba al Atlas. Habló como cualquier persona, sin sentirse el rockstar de libros que era, con una fila infinita que esperaba su firma en el pasaje Zócalo-Pino Suárez. Ahora lo recuerdo más que nunca, cada que entrevisto a personajes que sienten que vuelan (aka el cineasta y primer actor Kuno Becker), cuando no han hecho volar a nadie con la magnitud que lo hizo Rius.
Bestseller y con ideas de izquierda, apareció mi obligación de sentirme crítico y también porque me inquietaba un poco. Entonces, en la entrevista que pude hacerle al director de su documental, Armando Casas, le pregunté algo así como su relación con el dinero. Transcribo sus palabras:
No vivía ostentosamente, siendo congruente como fue siempre vivió con lo que necesitaba. Era claro que la cantidad de regalías para vivir cómodamente, pero él nunca se jactó de eso. Eso también era muy sorprendente, alguien con ese tamaño de obra podría verse a sí mismo de una forma distinta; el mismo se sorprendía de lo que había hecho, pero era una sorpresa más bien infantil, tampoco tomándose muy en serio.
(Aquí puedes leer
la versión de EL UNIVERSAL, que retomaron de Notimex).
En mi viaje con Rius de compañía, dejé la preparatoria y confié en el aprendizaje autodidacta (sin por ello ignorar que después debía estudiar una carrera). Supe que podía ver la vida distinta desde el paladar, con una sabrosa, variada y ecónomica dieta vegetariana. Y descubrí que la cultura popular, de consumo y para las masas está diseñada para no entenderla o sentirse parte de. Entrar a un círculo vicioso desde las marcas, la televisión, las revistas, los supermercados, los centros comerciales. Vaya, el día a día de la mayoría de nosotros.
Fan de
Los Simpson y, aunque más locales sus historietas
Los Supermachos y
Los Agachados, conviven en la misma sintonía con la televisión de culto que creó Matt Groening, como pocas veces se ve en una obra. Desde ahí, criticó el malinchismo y racismo de los mexicanos. La afición, a veces inconsciente, que tenemos a la cultura gringa, lo recordaba constantemente al defender el papel de los indígenas como parte de nuestra cultura. Un ejemplo, la constante aparición de gente de piel blanca en casi todos los promocionales, anuncios u obras del cine y la televisión mexicana de consumo.
Aún recuerdo cuando varios me decían que leyera otras cosas y no sólo a Rius. Ni me imaginaba si tenía algo de malo leerlo sólo a él. De pronto, dejé de leerlo. Consumí más novelas, libros de cuentos y cómics. Encontré otras ideas y pensamientos que adopté, sin que eso me hiciera más culto, inteligente, o lo que signifiquen estos conceptos tan apreciados entre la sociedad.
Pasó el tiempo, muchas de las cosas que aprendí en sus libros mantienen una huella en mi forma de ver la vida, aunque tampoco hay que ser un Dios para darse cuenta que su discurso no es lo más disparatado ni ridículo. Pero por más obvio que parezca, no es tan sencillo detectar lo inmersos y perdidos que podemos estar.
Rius es un amigo que se puede encontrar a través de los libros. Un amigo donde sientes que hay vida y herramientas para abordarla. Ser humano, ser crítico pero, sobretodo, ser consciente de que existen más cosas que vernos a nosotros mismos. Eso es lo más complicado y aunque quizá no podremos hacer mucho, habremos despertado, que ya es algo.