El maestro mexicano del cuento, Edmundo Valadés, en una serie de historias inolvidables (para bien y para mal)
¿De qué va?
Cada uno de los cuentos de Edmundo Valadés es una tentativa bien lograda de recrear, con datos de la realidad, un mundo en que la ironía y la ternura son acaso las mejores cualidades.
A partir de la experiencia propia elabora un mundo sugerente de recuerdos y anécdotas: el mundo de la niñez, a través de algún suceso callejero, de una historia pueblerina, de un acontecimiento político, a los que el autor confiere unidad de estilo y auténtico sabor literario.
Opinión:
En su libro de cuentos más popular,
Edmundo Valadés demuestra cómo conocía y disfrutaba
el cuento como género. Plantea relatos con situaciones que cautivan, lejos del estilo o el lenguaje que utiliza. Las diferentes escenas de
La muerte tiene permiso resultan atractivas, justo por entender que una de las máximas del cuento es atraer y mantener ese interés.
De las narraciones, destaco cinco de ellas: "No como al soñar", "Al jalar del gatillo", "La grosería", "La infancia prohibida" y "El pretexto". Fueron las que considero tienen mayor calidad, por interesar y contar con cierto ritmo en su desarrollo. Las demás, como la historia que titula el libro, poseen elementos que no me agradan, en su aproximación y lectura, y comparto a continuación.
1. El narrador que sabe toda la historia y él ni siquiera aparece
El narrador omnisciente, tan común en la literatura del siglo XX, creo ya está más que caduco en la literatura. A menos que posea un toque fantástico, o incluso a modo de parodia, creo puede funcionar y leerse con frescura. Si es serio, puede resultar cansino. Varios cuentos utilizan este tipo de narrador.
2. El uso excesivo de adjetivos
Soy de la idea de que, a veces, se puede comunicar algo sin calificar todo. La magia de crear sensaciones sin especificar, sólo con detalles, o ni eso. Y para muestra, el gran
Raymond Carver. O hasta
Richard Brautigan. Desde esa vía, es un reto hacia una escritura creativa. Escribir con los menos recursos posibles, u omitir algunos. En
La muerte tiene permiso, brillan y sobran los adjetivos.
3. El tono cansado y decaído para retratar gente pobre
Esto sí ya me incomoda cuando leo narrativa mexicana. Es como si todos los escritores fueran el mismo, o
se sintieran Juan Rulfo, cuando sólo hay uno que puede transmitir esa decepción. Lo que refleja es que no existe una voz personal para este sector de la población.Y habría que diferenciar entre las personas en pobreza y la gente del campo, ya que hay una diferencia de lenguaje entre las dos. Aquí parece que las dos son lo mismo.
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Edmundo Valadés editó la revista El Cuento, en dos épocas: en 1934, y la segunda, de 1964 a 1999. |
Las anteriores cuestiones pueden ser irrelevantes, si a un tipo de lector le agradan. También si se piensa de qué época es esta antología. Se publicó en 1955, dos años después de El llano en llamas y el mismo año que Pedro Páramo, de Rulfo. Dudo que Valadés no revisara los cuentos o tuviera una lectura general del libro, para confirmar la calidad de los textos. Además de que era editor de relatos. Creo fue más bien una decisión personal, le agradaba ese estilo para escribir.
Edmundo Valadés tuvo su obra épica, llamada El Cuento: Revista de imaginación, publicación que reunía historias cortas de los mejores cuentistas del mundo. Sólo por eso, ya pasó a la historia. Pero si se habla de La muerte tiene permiso, es acercarse a una obra inconstante, con ideas estupendas pero también con textos que apenas se pueden leer. Nadie como él para compartir el gusto por el cuento, al reunir el estudio, la edición y la creación del género que captura instantes de la vida, y los recuerda para siempre.