Los precios de Netflix en México y el mundo sirven para entender
la realidad de cada país
El mundo se puede explicar desde Netflix. Partir de sus problemas políticos, como que no está en sólo cuatro países de la tierra (China, Siria, Corea del Norte y Crimea). Para llegar a la riqueza y la calidad de vida de los estados. Reed Hastings, uno de sus fundadores, presume que el objetivo es que la gente sea feliz. No en todas las naciones cuesta lo mismo el servicio de streaming, ni tampoco se respira la misma felicidad. Si la entendemos como el bienestar para vivir
y no el concepto
con búsqueda incesante. La reciente investigación de la empresa Comparitech sobre cuánto cuesta contratar Netflix en cada país, aclara qué tipo de felicidad incluye.
Para contextualizar, México está en la lista de los 10 países más baratos, y ocupa el sexto lugar con una suscripción básica de 129 pesos mexicanos. Hasta 2019, porque antes se situaba en el cuarto puesto. Aún así, arriba se mantienen países como Turquía (49.16 pesos mexicanos), Argentina ($57.95) y Brasil ($91.14). Ninguno de los cuatro aparece en el top ten de los países más felices del mundo, de acuerdo con
el estudio realizado por la ONU. Comparar las dos investigaciones no sólo refleja la economía de cada continente, sino la apabullante desigualdad entre cada país de la región.
Los países más caros para ver Netflix y su felicidad
En este grupo, figuran Dinamarca, Groenlandia e Islas Feroe, todos en un equivalente de 227.98 pesos mexicanos. Le siguen Suiza y Liechtenstein, ambos en 225.04 pesos. No es casualidad que los 10 países con un precio elevado son europeos, al norte del continente. Porque varios de ellos aparecen en la lista de los más felices. Brillan Finlandia, Noruega, Dinamarca y Suiza.
Pero sería erróneo ver las cifras a partir del contexto económico propio. Resulta más pertinente ver el salario mínimo en cada uno de estos países. Como tal, Finlandia, Dinamarca y Suecia no tienen un sueldo mínimo obligatorio, pero el primero se acerca a
los 3, 000 euros, nada más 64, 559.29 pesos mexicanos. Pagan los más altos impuestos pero eso, desde
la educación y la felicidad, parece funcionar.
El caso de Finlandia ejemplifica cuánto invertirían, de su sueldo, los ciudadanos. Y no es ni siquiera el 1% (apenas el 0.3%). Esto es brutal si se compara con México, pese al aumento al salario mínimo en 2019, que lo sitúa en 102.68 pesos. Los trabajadores mexicanos que perciban esta cantidad, muy probablemente nunca tendrán Netflix. ¿Qué felicidad puede existir en ello, cuando antes hay prioridades para vivir? No cualquier mexicano se podrá acercar a las historias que, asegura Hastings, lo harán feliz. No es su culpa la situación social de cada país, aunque sí podría incidir en ellas y sensibilizar su discurso.
La felicidad no sólo podría ser una sensación que mejora el ánimo, desde una situación más acomodada, sino también en la inversión de proyectos que mejoren la vida de familias. Algo se ha dicho con las recientes oficinas que abrió en México, España y otros países. Sólo falta que lleguen a países como India. O hacer de su imperialismo cultural, que niega Hastings, una utopía transformadora. Pensar que en cada país existan oficinas de Netflix, que impulsen la economía local. Aunque con semejante poder, se podría convertir, ahora sí, en el Gran Hermano.
¿Y las drogas narrativas que expliquen la desigualdad?
Como uno de los valores del streaming es la cantidad de contenido para ver, el estudio incluye una categoría sobre en qué países se ofrece más contenidos (aún con telebasura). Incluso en dónde resulta una mejor inversión costo-beneficio. Japón lidera con 5, 986 títulos disponibles. Con su mensualidad de 105.90 pesos mexicanos, cada título cuesta 0.015 pesos. Ni el propio Estados Unidos es el mejor, aunque se acerca con sus 5, 746 títulos, cada uno a 0.024 pesos. Aunque obviamente, en el catálogo no hay ninguna serie ni documental que explique esto.
Faltaría ese producto adictivo y autorreferencial, que demostrara cómo Netflix fue la empresa que se comió el mundo, porque tenía las condiciones para hacerlo. Obvio nunca sucederá. Es una compañía con intereses económicos y para habitantes privilegiados del mundo, que prefieren entretenerse según lo que les ofrezcan. Pero la necesidad ahí sigue, antes de que algún productor o periodista, que ya hay varios enemigos, se adelante y haga su película o investigación. Siempre hay un objetivo para golpear con algo comprometedor, que nunca falla. Quizá no pegarían con knockout, pero sí para tirarlos a la lona.