Por Bernardo OV y Obed Ruiz
La Liga Española planea instalar el videoarbitraje, ese que se puso a prueba en el Mundial de Clubes con resultados ambiguos, en el torneo del 2016.
Siempre hemos defendido la tecnología en el fútbol y en este caso creemos que el videoarbitraje es la forma más avanzada de la tecnología del fútbol, dijo el Presidente de la Liga Javier Tebas. Con esto, sería la primera liga europea en usar el videoarbitraje, aunque no la primera en aceptar tecnologia para asistir a los árbitros, ya que el Ojo de Halcón ha sido muy socorrido.
El debate regresa una vez más a la mesa: ¿sí o no a la tecnología? Lo demostrado en el Mundial de Clubes no dejó satisfecho a nadie. La única jugada relevante la juzgaron mal -el penal entre Atlético Nacional y el Kashima- y se perdió mucho tiempo en la revisión del segundo gol del Real Madrid vs América. Aunque digan que hay mucho por qué mejorar, yo no veo dónde. La esencia de la video repetición requiere que se detenga el juego para que se pueda analizar, y eso tal vez haga sentido en un deporte como el americano, donde las pausas son necesarias. Pero el reloj en el partido corre paralelo al de la vida diaria. Tener la confianza de decir que el futbol es como la vida se basa en ese tipo de detalles, donde también la noción de justicia -ciega, imperfecta- es parte de. Cantamos un #NoEraPenal en el Mundial y un año después, en la Copa Oro, a nosotros nos cantaban lo mismo. La vida no es justa, y el futbol no tendría que serlo.
Si la presencia del árbitro en la cancha ha sido cuestionada casi desde su instauración, sumarle al colegiado un apoyo tecnológico no significaría la restitución del hombre más odiado aún sin representar a un mismo equipo. El videoarbitraje que se espera incluir en la liga española para el año 2018 no eliminaría el margen de error por parte del conocido hombre de negro, por el contrario, quitaría fuerza del carácter humano en el que 22 hombres tratan de conseguir un resultado favorable. Es cierto, no somos futbol americano, ni tenis, ni cualquier deporte que se valga de las innovaciones para evitar las injusticias, pero pensémoslo detenidamente por unos segundo y preguntémonos, ¿qué sería del futbol si todas las decisiones fueran correctas?
Sería un deporte más. Ya no habría razones para sospechar del América o del Real Madrid, ni motivos externos para justificar las derrotas de un equipo. Adiós a las polémicas; estaríamos centrados en los números y estadísticas, porque el factor humano iría borrándose de la composición del juego. Además, incluso podría ser peor para el árbitro. Una mala decisión, aún con la ayuda del videoarbitraje, pondría en entredicho la integridad moral -y física después del partido- del colegiado. Si aún los comentaristas toman toda la semana discutiendo una jugada, los 30 segundos que tendría un árbitro para revisarla no harían más que confundir. Como ejemplo, veamos en el futbol americano cuánto se tardan en revisar dichas acciones: lo suficiente para pasar tres comerciales y que los equipos preparen su jugada. Una eternidad en un partido de futbol.
Un deporte más. La sentencia cobra fuerza al dotar al futbol de un carácter superior al de cualquier otro deporte, al caso de darle su mención aparte en vez de englobarlo en aquellas actividades físicas que, casi siempre por región, varían. Sin embargo, el futbol no lo hace. Desde el último rincón del realismo mágico latinoamericano y hasta las aulas de China, el esférico cobra una importancia que no se detiene en 90 minutos, va más allá del tiempo, lo trasciende y lo violenta para que, en el imaginario de los aficionados, la pelota, al igual que su cabeza no dejen de girar.
Por eso es que nos interesamos de un tema como el videoarbitraje. Seguro que habrá quienes, los más teóricos, aseguren que todavía tenemos impresa la idea del colonialismo en la frente y por eso miramos el futbol español, pero seamos realistas, ¿de dónde, si no es de Europa, fue que los demás continentes recibimos el juego infinito, como lo llama Jorge Valdano con permiso de Juan Sasturain? Y hablando de estos dos enormes modelos de futbol y cultura –o tal vez viceversa, no lo sé–, regresemos con el tema que inició este texto sin dejar a un lado el libro del exfutbolista con título prestado del escritor.
Al hablar de justicia, Valdano menciona que el futbol es un juego emocionante que, sin embargo, no tiene corazón. El que aspire a un mundo justo, que no vaya al campo. Al futbol, como a la vida misma, le resultamos indiferentes. ¿Con qué derecho las federaciones se concentran en eliminar el error arbitral y buscar un punto de justicia cuando ellos mismos fueron tanto apoyados como dañados por árbitros, aunque fuera en juegos de carácter amateur? A todos nos gustan los míticos comericales de las marcas deportivas predominantes en el mundo de la pelota, pero no creo que estemos listos para verlos en un partido mientras el juez trata de dictar una sentencia que, más que redimirle y perfeccionarle, le quita su trabajo. ¿Qué sería de los más fervientes aficionados si no tuviéramos a quién gritarle hijo de puta aún cuando no tuviera culpa ante un resultado que, a veces, es justo?
Precisamente. El futbol y sus aficionados no están listos para que un aspecto tan esencial del juego desaparezca. Tal vez en voz alta digan que sí porque es lo políticamente correcto, lo progresista y lo que está bien, pero en el fondo los errores arbitrales son parte intrínseca de la experiencia. En el fondo, se quieren engañar con la ilusión de justicia o injusticia. Creo que hemos podido asentar que el videoarbitraje está lejos de ser una solución eficaz y que respete el alma y la parte emocional del juego.
Concluyo con un comentario sobre la referencia al colonialismo español: efectivamente, de Europa recibimos el futbol, pero cada continente y cada nación le ha impreso su alma. En Latinoamérica, el alma de sus jugadores es la del descaro: fintas, gambetas, fantasía y sí… podría decir que tratar engañar a la autoridad. ¿Está bien? No. Pero es lo que es, y en lugar de tratar de ajustarnos a lo que no somos, mejor usemos la picardía y el ingenio para darle la vuelta a nuestro favor como los patrocinadores etílicos del balompié. O sea, todo con medida.