Ver esta película dirigida por David Lynch y coescrita con el novelista Barry Gifford, es envolverse en varios fragmentos de los que no se sabe de qué van. Y qué mejor, porque al final entre que uno está impresionado y entre que disfruta el relato completo que se ha construido.
Si la película inicia con una situación estremecedora como es que una pareja de esposos encuentra una cinta de video afuera de la puerta de su casa, la cual contiene grabaciones sobre las habitaciones de la casa e incluso el momento en el que duermen, pues uno piensa que este misterio se explotará al máximo en favor de la historia, al tiempo que vemos cómo el protagonista Fred Madison (Bill Pullman) sufre alucinaciones e intenta borrarlas acercándose a su esposa Renee (Patricia Arquette).
Pero nada indicaría que la película se vuelve otra historia por completo, con otros protagonistas que son diferentes pero a la vez son los mismos y siempre estuvieron en la primera parte de la película. Además, tampoco se pensaría que los protagonistas Fred Madison y Renee fueran a aparecer. Se entiende que son ellos pero no se imagina que regresen.
Quizá lo que cuento suena confuso -lo cual sería bastante bueno si se piensa que así también es la película-, pero lo cierto es que resulta muy atractivo. Seguramente la película debe tener diferentes lecturas e interpretaciones, desde la locura del protagonista, la relación con su esposa, la personalidad de esta misma, el personaje que está detrás de las cintas de video, el extraño amor y seductor erotismo de los segundos protagonistas, el soundtrack con canciones de metal, etcetera.
O quizá, y con lo que estoy de acuerdo, es apreciar cómo esta cosa en verdad complicada de explicar, se convierte en una historia distinta del principio pero a su vez igual. Una obra maestra que enseña como hacer una historia sin personajes definidos ni base que, sin embargo, siempre están ahí.
Lost Highway o en español
Carretera perdida o
Por el lado oscuro del camino (con la que me quedo), son dos historias paralelas que son una sola, lo que no deja de ser cautivante.