Woody Allen, el pesimista hilarante que piensa las relaciones amorosas y el asesinato.
Las relaciones amorosas son el tema preferido de Woody Allen para crear películas. El deseo de amar a otra mujer –a veces sin la consciencia del engaño, sino seducido por la atracción- lo pinta como algo excitante, cuando casi siempre termina por generar problemas y complicar las relaciones, desencadenando hechos irreparables donde
se impone la soledad.
Woody Allen es, ante todo, un escritor de observaciones reflexivas sobre el género humano que, así como deslumbran, provocan carcajadas. Entre el pensador ácido y el pesimista agradable, ha insertado la comedia en los dramas que reclaman una explicación sobre las acciones de los personajes. La risa y el asombro son uno mismo en el director neoyorkino que ha dedicado a buscar el por qué y cómo de lo que hacemos en nuestras relaciones amorosas. A través de los dramas tragicómicos es donde más ha enriquecido su visión. “Trato de enfrentarme a mis propias limitaciones”, declaró en una entrevista sobre porqué dejó de hacer comedias al uso y buscó argumentos más serios.
Woody Allen el Guionista tiene varios leitmotiv en sus obras: los triángulos amorosos y el asesinato (Manhattan, Hannah and her sisters, Crimes and Misdemeanors, Match Point e Irrational Man); la hostilidad hacia el mundo que desaparece al enamorarse de una mujer (Annie Hall, Anything Else y Whatever Works); y la contraposición del mundo real con la ficción (The purple rose of Cairo y Deconstructing Harry). En ocasiones, parecería que sus películas se repiten. Lo más curioso es que –pese a las similitudes- nunca llega a ser igual una y otra. Ya sea que complemente o regrese a un punto de la historia que no había tocado, lo que vemos es siempre diferente.
Pero centrarse en las aproximaciones entre una y otra película –que las poseen en una línea muy delgada y resulta interesante pensar una conexión-, sería hacer a un lado cada obra, con la exquisitez en sus escenas y diálogos, propios de la penetración del alma humana que realiza Woody Allen el Escritor y con la que deja valiosas sugerencias sobre el hombre y el mundo. Un ejercicio útil para pensar su filmografía es ver las propuestas que insinúa a través de sus guiones y los diálogos que pone en voz de sus personajes.
LOS TRIANGULOS AMOROSOS Y EL ASESINATO
En el caso de Manhattan (1979), el triángulo amoroso no hace más que intercambiarse una y otra vez para mostrar, a través del guionista de televisión Isaac (Woody Allen), que el amor está en la persona en la que nunca nos hemos detenido a pensar que nos ama. Woody Allen lo hace con un entramado aborreciblemente perfecto, que da para odiar a uno de los protagonistas por lo que ha hecho para darse cuenta de ello. Una de las citas que regala el artista neoyorkino en voz de Isaac es: “Creo que la esencia del arte es proveer a la gente una manera de abrirse paso para que puedas ponerte en contacto con sentimientos que ignorabas que tenías”.
Hanna and her sisters (1976) es un filme que realiza cinco años después y en el que la infidelidad nace de la misma familia, retorciendo la idea misma del triángulo amoroso. Michael Caine es Elliot, el protagonista impulsivo que centra su vida en el obsesivo enamoramiento que tiene hacia la hermana de su esposa, Hannah (Mia Farrow). Elliot ve en el azar su mejor aliado. “Mi verdadero talento es la suerte”, dice sobre su infidelidad. Al mismo tiempo, Mickey (Woody Allen), ex esposo de Hannah, sufre una crisis personal en la que cree que morirá. Esta crisis se le presenta con reflexiones pesimistas sobre la existencia, dirigidas hacia la muerte y el suicidio. Hay una escena en la que Mickey salta por la calle al enterarse que no tiene ninguna enfermedad mortal. Poco después se detiene para ver que nada tiene sentido. “No voy a morirme hoy, ni mañana. Estoy bien, pero algún día estaré en esa situación”.
Posteriormente, en una imagen totalmente opuesta, Mickey habla de la reflexión que tuvo sobre el suicidio: “¿Cómo puedes pensar siquiera en suicidarte? Mira toda esa gente en la pantalla. Es divertidísima. Y ¿qué más da si lo peor es cierto, si Dios no existe y sólo pasas por la vida una vez? ¿No quieres ser parte de esa experiencia? No todo es una pesadez. Pensé: debería dejar de arruinarme la vida buscando respuestas que nunca tendré, y disfrutar de ella mientras dure. Y después, ¿quién sabe? Quizá haya algo. Nadie lo sabe”.
Leélo completo en el número 1 de El Culto Marginal.